Cría de caballos Pura Sangre de Carrera Metileo - La Pampa - Argentina E-mail: laoracionsrl@yahoo.com.ar

sábado, 25 de junio de 2011

44 - TEORIA DE BRUCE LOWE y sus implicancias prácticas

En la entrada anterior, titulada la TEORIA DEL DOSAGE, exprese que existía un impedimento para los estudiantes del curso del Instituto del Caballo de Carreras del Dr Carabajal, en encontrar bibliografía seria que explicara estas teorías básicas de la cría del pura sangre.

Retornando al excelente catedrático chileno, don Alvaro Blanco, voy a citar textual su Capitulo XII de este libro publicado en el año 1937 y de muy difícil posibilidad de acceso por parte del público para su lectura.

Este autor, de profesión médico Veterinario, catedrático en la especialidad de la ZOOTECNIA, tiene una visión diferente del PSC, que desde mi punto de vista, es la mejor visión de toda la bibliografía que he leido en todos estos años.

Un zootecnista, mira al caballo de carrera, como hasta hace muy poco tiempo, en que falleció, lo miraba el estadounidense Dr FREDERICK HARPER, no el autor CLIVE HARPER  (para que no se los confunda).

Frederick Harper, era un especialista de EQUINOS en la Universidad  de Tennessee. Simplemente les recomiendo: ponga en el Google su nombre y apellido y agrege el signo + y la palabra Horses. Alli podrá leer todos sus trabajos.

Este señor, mira la crianza de pura sangre de carreras, como la mira un cientifico, de la rama de la zootecnica. El fue quien me enseño la frase ....¿si su yegua es no ganadora, porque razón cree Ud. que ella va a transmitir a sus hijos, UNA CALIDAD QUE ELLA NO POSEE...? De allí en más, aprendí a criar partiendo de la base de yeguas que en la pista, hayan sido excelentes corredoras, y no con animales cuyos entrenadores me cuenten que era una barbaridad lo que ella corría, ...adendro del box... porque no tenía hechos en la cancha.

Algunos me preguntan si he cambiado mi apreciación sobre la aplicación de las teorías de cría y de consanguinidad. Nada de eso ha ocurrido; simplemente, parto de la base de una yegua madre GANADORA a los 2 y/o 3 años (no a los 4) . Y una vez que la ingreso a  mi criadero, la preño con los mejores padrillos que mi bolsillo pueda pagar, MANTENIENDO A RAJATABLA, la aplicación de la teoría del Inbreeding a los GIGANTES GENETICOS sean machos (cheff de race o Gigantes Geneticos Argentinos) o hembras (Reines de course) y aplicando la tesis del Factor Ransmunssen.

Recuerde; el PSC es una clase de animales que fue SELECCIONADO ESPECIFICAMENTE por poseer una cualidad, la velocidad, y el UNICO PARAMETRO VALIDO que mide la existencia o no de esa calidad genética, ES EL POSTE DE LLEGADA. El poste separa, al que gana, del resto y el que gana, genéticamente es superior a los que llegaron atras (obvio que hay excepciones pero siempre me recuerdo la frase de JOSE CAMARGO cuando me dijo ...¿Ud quiere criar con excepciones...? Bueno, hagalo. No se queje despues si las cosas le salen mal.

Este artículo que les voy a transcribir es excelente. Es para que sea analizado. De él no debe surgir la idea que yo propongo criar SOLO CON YEGUAS DE LA FLIA 1, sino que la identificación que hace el autor, es que, esa rama familiar, tiene entre sus genes, mayor preponderancia a la velocidad, que el resto. Obvio que puede haber yeguas de la flia 1 que NO SIRVEN, pero aqui no estamos hablando de eso; aqui lo que se esta refiriendo, es que esa rama familiar tiene una preponderancia mayor, a dar líneas corredoras, que si se la compara con las demás.

CAPITULO XII

TEORÍA DE BRUCE LOWE

Síntesis expositiva. — La realidad de un descubrimiento y el error de su interpretación. — Esterilidad e injusticia de la crítica hecha en contra de Bruce Lowe. — El aspecto Zootécnico del fenómeno de predominio de las madres de élite. — Nuestra doctrina sobre este particular — Necesidad de fusionar las familias numeradas en razón de los atavismos que representan,

Una modalidad de la herencia ancestral exclusiva al estudio del Fina Sangre de Carrera, es la que se refiere a la transmisión de los atributos hereditarios de las “familias” numeradas según el sistema establecido por Bruce Lowe,

Como se sabe, este estudioso australiano inmortalizó su nombre en los anales del turf mundial, estableciendo, a fines del siglo pasado, su teoría hereditaria, sobre la base de la constancia en la transmisión de dos caracteres fundamentales del Fina Sangre: el uno se relaciona con la aptitud a la reproducción y el otro, con las funciones energéticas que determinan el caballo corredor A la facultad de reproductor destacado, el autor asigna el calificativo de “Sire”. Al atributo de “corredor”, reserva el nombre de “Running”.

Para Bruce Lowe y su escuela, estos dos atributos caracterizan, por su presencia o ausencia, toda la descendencia directa proveniente de unos cincuenta lechos maternos fundadores de la raza y el autor observa que los distintos representantes del Fina Sangre, en cualquier momento pueden ser relacionados con sus respectivas madres primitivas.

Partiendo de cada madre de origen, el autor establece con todos los descendientes directos de ella, una familia a la cual asigna su número de orden Dicho número es común a toda descendencia directa de aquella raíz generadora

Basándose después en la estadística de las carreras inglesas Derbv, Oaks y St. Leger, reconoce los atributos de “running” o de “sire”, a la descendencia de ciertas madres; de “running y sire”, a la vez, a la descendencia directa de una sola de esas raíces y finalmente, a la mayoría de los lechos maternos, no les reconoce ninguno de estos atributos en grado sobresalientes.

Después de sus laboriosos estudios estadísticos, Bruce Lowe atribuye a las familias 1 — 2 — 3 — 4 — 5, la facultad de corredoras (running) y a las familias 3 — 8 — 11 — 12 — 14, la aptitud de reproductoras (sire). Además, observa que la familia “3” es la única caracterizada por la presencia de las dos facultades (running y sire) y el autor asigna el calificativo de “outsider” a todas las otras familias que no están incluidas en aquellas nueve cifras; es decir, serían outsider, las familias 6 — 7 — 9 — 10 — 13 —15 — 16, etc., hasta completar la serie de cincuenta yeguas fundadoras estudiadas por el autor bajo el punto de vista estadístico indicado.

Bruce Lowe llega así a la conclusión de que aquellas nueve familias seleccionadas por él representadas en su origen por otras tantas madres fundadoras de la raza, son las mejores; tanto más, cuanto menor es el número de orden que les ha correspondido, excepción hecha para la “familia 3”, que en virtud de poseer ambos atributos, es superior a las demás.

El autor hace la salvedad — muy importante a nuestro juicio — que las familias “outsiders” no pueden ser despreciadas, en razón de que ellas sirven para “cruzamientos” y que, con el tiempo, pueden dar productos que las acrediten como buenas.

Agrega también, que los grandes caballos que pertenecen a las familias “outsiders” deben sus bondades a la influencia de las sangres de aquellas nueve familias de élite, influencia efectuada en fuerte proporción en los primeros rangos del pedigree.

Finalmente, el autor deja constancia que en la posteridad, el número de orden puede variar conforme a las modificaciones de los datos estadísticos que le sirvieron de base para clasificar, y, por esos mismos datos, modificados, admite la posibilidad de que algunas familias outsiders se acrediten con el transcurrir del tiempo.

Para Bruce Lowe, un buen pedigree debe presentar en los tres primeros rangos del parentesco, algunas de las familias seleccionadas por él.

Después de sufrir los rigores de la crítica y el rechazo unánime de la teoría por los hombres de ciencia, y aún por muchos otros de la más alta autoridad turfista, Bruce Lowe se ha impuesto en la práctica, merced a la fuerza convincente de los números; porque después de la estadística, en los momentos de formulada la teoría y manteniendo los puntos de vista del autor, nadie podría desconocer la existencia del fenómeno así descubierto. Aun más, en correspondencia a lo previsto por el autor, las estadísticas posteriores mantienen la situación de privilegio de la mayoría de las madres de elite, modifican la situación de otras y relevan de la condición de outsider a algunas de las restantes. Seguramente con el transcurso del tiempo, las modificaciones serán mayores; pero, en el fondo, subsistirá siempre el hecho fundamental descubierto por el estudioso australiano: “el predominio cualitativo de las descendencias de ciertas madres de origen”.

El cuadro de la página siguiente, que corresponde a la estadística inglesa, y al cual hemos agregado los nombres de las madres primitivas de las nueve familias seleccionadas, nos evita mayores comentarios sobre el particular.

Aparte de este hecho estadístico, Bruce Lowe no pudo dar razón científica de fuerza, en apoyo de su tesis. De ahí que la crítica ha sido, en cierto modo, cruel con el autor, y, Fournier y Curot , aseguran que el método tiene por punto de partida una hipótesis cuyo valor y fundamento no quedan demostrados en el curso de la obra. “Esta clasificación no parece seria, agregan los autores, sino a condición de que se desconozcan las nociones de las leyes de la herencia, sobre las cuales todo estudio genealógico debe forzosamente basarse’’, Rous había asegurado lo mismo, con la severidad que le permitía su prestigio como gran autoridad turfista: “Bruce Lowe dice mucho y no prueba nada”, es la terrible sentencia de este distinguido crítico.

Posteriormente en todos los países, la crítica vuelve periódicamente sobre el tema, ya en defensa, ya en contra de la teoría del autor australiano,

Sin embargo, los criadores, a lo menos una fuerte proporción de ellos, siguen abrazados con fe ciega a los principios de la escuela de Bruce Lowe y los turfmen, en general, pagan bien las buenas alianzas de sangres a base de aquellos métodos. Y es que, en cierto modo, los hechos de la práctica parecen dar la razón al autor. La crítica de aficionados que combate la teoría, tiene cierto sabor de antojo, y el severo juicio profesional se apoya en la ciencia pura, fundándose en las leyes de ‘la herencia y en las teorías en boga en materia de explicación de los misterios biológicos que encierran los fenómenos hereditarios.

Parece muy natural, entonces, que los criadores obligados por los hechos que aparecen consumados, se atengan a estos fenómenos, colocándose al margen de las discusiones de orden teórico; máxime, si se pretende desnaturalizar una teoría con otras igualmente hipotéticas.

La suya — que es la teoría de Bruce Lowe —, les proporciona resultados que ellos palpan con doble placer; el platónico de todo turfmen, y el económico traducido en el beneficio de la caja de fondos de la industria del Fina Sangre. La otras teorías — las de la ciencia pura, que ellos no entienden ni desean comprender’ — quedan después de los grandes biólogos, especialmente Mendel, Bard, Bateson Walthers Robertson etc., etc., al control de la ciencia actual y del porvenir hasta que se definan los verdaderos alcances de todas las teorías en vigencia para la explicación de los fenómenos naturales de orden hereditario. Pero, creemos que de ninguna manera — por el respeto mismo que esos estudios deben inspirar a la crítica de paddock de stud — pueden esas teorías constituir armas esgrimidas en contra del descubridor de un fenómeno indiscutible en el terreno de la práctica, por el simple motivo de no haberse encontrado en condiciones de defender su descubrimiento apoyado en el prestigio que dan las razones científicas.

En esta lucha desigual del hecho consumado rebatido con teorías profundamente respetables — pero teorías aún — se hieren inútilmente las disciplinas científicas que se invocan y al esgrimirlas no se ha hecho otra cosa que mellar las propias armas, sin que a la postre se vea el beneficio de esta lucha estéril.

En principio, vista la teoría de Bruce Lowe a la luz de la ciencia pura de nuestros días, la razón está, indiscutiblemente, de parte de las teorías científicas. Formulada nuestra declaración de principios, sin que haya necesidad de extendernos en las disciplinas que la apoyan, nos encontramos frente a la siguiente circunstancia: un hecho, un fenómeno de la producción del caballo de carrera, comprobado por la estadística y por la experiencia de los criadores, cuya existencia no se justifica según los principios científicos puros.

Ahora bien, si se consideran, por un lado, el estado embrionario de la ciencia que inspira la genética animal y, por el otro, el arraigamiento trascendental de la teoría de Bruce Lowe en el elevage y en el turf mundiales, no se divisa posibilidad alguna que esta lucha, planteada bajo los puntos de vista contemplados por Bruce Lowe y sus críticos, termine en favor del caballo de carrera.

La esterilidad de la discusión resulta, en nuestro entender, del olvido en que se ha caído en la crítica de todos los tiempos al apoyarse, para combatir a Bruce Lowe, en la ciencia pura, con prescindencia absoluta de la Zootecnia que es ciencia y arte a la vez, y cuyas bases primitivas son artísticas del todo, y aún empíricas En efecto, esta gran rama de las ciencias agronómicas tuvo siempre su mejor apoyo en los hechos de la práctica, interpretados, a las claras u obscuras, por hombres que poco o nada tenían que hacer con la ciencia y, menos, con la Zootecnia, cuyas bases echaron ellos mismos y cuyas observaciones y métodos recogió muchísimo más tarde el conde de Gasparin para fundar la ganadería científica, a la que diera en 1844 el nombre de Zootecnia, el más prestigioso de la nomenclatura agronómica

Y aquellos hombres muchos de ellos rústicos vaqueros, eran simples observadores, a la manera del estudioso australiano a cuya memoria el turf del porvenir hará debida justicia. Mientras tanto, nosotros creemos cumplir con un deber al tratar de poner las cosas en su lugar.

En efecto, no vemos por qué la ciencia pura ha de obstaculizar sólo ahora y en el exclusivo terreno del progreso del Fina Sangre, el desenvolvimiento normal de los fenómenos de la práctica; máxime si se tiene en cuenta que, en materia de ganadería, aquella ha ido siempre a la zaga de los grandes acontecimientos pecuarios. ¿Cuál fue la ciencia que iluminó el genio de Bakwell al fundar su cátedra de Dishley-Grange que culminó en la mejora fabulosa de todos los ganados ordinarios que existieron en Inglaterra hasta mediados del siglo XVIII?... ¿Dónde está la preparación científica de Benjamín Tomkins, que no pasaba de la simpleza de un buen vaquero, y que, sin embargo, con sólo disponer de Pigeon y Mottle, dos vacas normandas, se da el lujo de crear nada menos que la raza Hereford, que constituye una de las más bellas conquistas del arte de transformar los organismos vivos en laboratorios de producción?... ¿Qué principios científicos puros iluminaron el sendero del Shorthorn a su paso por el mundo, monopolizando las praderas con el prestigio de la más grandiosa máquina de carnicería?...

Con la historia ganadera por delante, el espíritu más prevenido se sobrecoge perplejo; pero ello no le cupo en su suerte al descubridor de las madres de élite ante la obstinación de sus críticos.

Por nuestra parte, pensamos con Ortega y Gasset que frente al aspecto científico de los hechos, de los fenómenos, llega un momento, a veces, en que es necesario desentenderse de ellos para permitir todo su amplio vuelo a la grandiosidad de la imaginación. Y nosotros nos atrevemos a creer que si la ciencia de mediados del siglo XVIII hubiese sido capaz de decirle a Bakwell que su escuela estaba transformando organismos sanos, equilibrados y poderosos, en individuos de dudosos predominios funcionales, posiblemente débiles y vulnerables, Bakwell difícilmente habría tenido oportunidad de demostrarse un genio, tal como se reveló al aplicar, simplemente, sus sistemas de observación de los fenómenos producidos en la práctica, sin detenerse a profundizar la esencia misma de los hechos consumados.

Solamente ahora la ciencia pura podría decir a los hermanos Colling— creadores del Durham por consanguinidad estrecha —, que con sus terribles incestos estaban fijando un temperamento mórbido...; que el Shorthorn iba a resultar un hipervegetativo, un anabólico espantoso, como una fabulosa máquina de comer y dormir y acumular, destinada a morir en el hartazgo, en la degeneración o en la tuberculosis. Pero ya es tarde, y el fenomenal Durham, el más fiel representante de los desequilibrios orgánicos de orden temperamental, está dando de comer a medio mundo.

Son todavía muchos los misterios que encierran los fenomenos hereditarios y ante una comprobación de la práctica aparentemente tan abrumadora, la ciencia tiene el deber de investigar un fenómeno que, más que al Fina Sangre de Carrera, interesa a la Zootecnia toda y a la Biología.

Por nuestra parte estimamos que el estudioso australiano, ajeno — como lo comprueba en la defensa de su teoría y en la interpretación del fenómeno descubierto — a los conocimientos científicos, junto con descubrir un hecho particular de la selección, erró en sus deducciones, pero sin que ello pueda significar la negación del hecho descubierto

En efecto, Bruce Lowe creyó descubrir nueve madres sobresalientes constituyendo cada una de ellas un lecho hereditario familiar inagotable, siendo que, en realidad, lo encontrado por él era la constancia en la transmisión de tres atributos determinados: “running”, “sire” y “running and sire”; los cuales caracterizan sendos grupos de caballos descendientes directos de raíces primitivas uterinas: eran tres atributos funcionales comunes a las nueve “familias”, susceptibles de relacionarse con yeguas determinadas en el origen de la raza: he ahí el hecho incontrovertible después de la estadística y después de los resultados obtenidos por los criadores

Si el investigador australiano renuncia a particularizar el fenómeno por él descubierto, descomponiendo la raza en tantas familias cuantas madres considera en la cuna del Fina Sangre, y se limita, .simplemente al análisis del triple fenómeno por su constancia en grupos determinados de las descendencias, a raíz maternal conocida, seguramente en nuestro entender, en lugar de una teoría científicamente inaceptable, plantea, para el caballo de carrera, un procedimiento particular de selección zootécnica perfectamente racional,

Es necesario dejarlo bien en claro: para nosotros, Bruce Lowe no descubrió yeguas de élite, ni madres outsiders, ni pudo establecer, sin error grave, “FAMILIAS” con lechos remotísimos y unilaterales Al punto de vista zootécnico, el descubrimiento debe ser referido a los tres atributos funcionales transmitidos al principio, por vientres de yeguas determinadas; a las cuales, al .juzgarla por su descendencia directa, era necesario atribuirles una potencia hereditaria individual extraordinaria, capaz de resistir, en cierto límite, el influjo de fuerzas hereditarias extrañas a las madres de origen. Vale decir, que dentro de la raza existirían tres grupos de caballos diferenciados de los otros de su raza por caracteres funcionales que les son comunes

Habría, pues, dentro de la población global del Fina Sangre de Carrera, tres Sub-razas: running, sire y running and sire, cuya conservación estaría encomendada por vía directa, al ancestralismo maternal y a la selección por vía uterina. Este es, al menos, el hecho de fondo aceptado por la práctica; la cual, dicho sea de paso, no se encuentra por el momento dispuesta a renunciar al método.

Limitada exclusivamente a esta conclusión fundamental, la teoría de Bruce Lowe podría ser incorporada a los métodos zootécnicos sin mayor dificultad o, por lo menos, sin revestir el carácter de absurdo que por ahora le asigna el concepto científico.

Colocadas las cosas en este terrena, el aparente misterio que envuelven las terminantes comprobaciones de la estadística, desaparece por completo, En efecto, nada tiene de extraordinario el hecho que, de entre las yeguas que actuaron en la primera época del turf se hayan destacado como enrazadoras, un corto número de ellas, sin que esto signifique, naturalmente que las únicas yeguas destacadas son las estudiadas por Bruce Lowe; puesto que la base misma del estudio (Derby, Oaks y St. Leger) parece un poco estrecha a los efectos de un juicio definitivo. Si se tiene en cuenta la extraordinaria discrepancia de los individuos que formaban la población racial en el origen del Fina Sangre, hay que convenir en que las familias formadas eran necesariamente diferentes.

Ahora bien, se sabe que gran parte de la selección de individuos dentro de la raza se efectúa automáticamente, después de los antecedentes que proporciona el rodaje normal del turf. Nada de extraordinario parece existir, entonces, en el hecho de haberse efectuado una selección continuada y desapercibida dentro de ciertos predominios hereditarios, que se fijaron con el transcurrir del tiempo hasta formar verdaderos sub-grupos raciales.

En nuestro entender, lo que hay en al fondo de estas cosas es la consecuencia de un procedimiento de selección inadvertida, con resultados análogos a los que más tarde se obtuvieron al seleccionar la producción dentro de las líneas masculinas correspondientes a los grandes reproductores del siglo XVIII. El tiempo y la persistencia en el método crearon estos grupos seleccionados, con la fijeza relativa que acusan las estadísticas actuales.

Aunque un poco al margen del programa que nos hemos trazado, dada la importancia trascendental de la cuestión y por no haberse tentado hasta la fecha procedimiento alguno que armonice en este orden de cosas, la técnica con los hechos comprobados por la experiencia, debemos hacer un paréntesis para proponer — con perdón de los puristas — la aceptación de la teoría de Bruce Lowe, modificada bajo la faz que le hemos interpretado.

Aceptadas a priori, o bajo el imperio de la estadística las tres “constantes” hereditarias de orden ancestral, deben ser admitidas, zootécnicamente, cuatro sub-razas dentro de la producción total del Fina Sangre de Carrera:

RUNNING, SIRE, RUNNING AND SIRE y OUTSIDER.

Al punto de vista zootécnico, no interesaría aquella cincuentena de números que complican el concepto de fondo de la cuestión en tal forma, que sólo los turfmen muy entendidos saben interpretar y cuya aceptación han debido hacer con prescindencia absoluta de los principios zootécnicos.

Lo que importa saber es la existencia de los subgrupos raciales cuyas características se transmiten por vía directa desde las raíces maternas centrales.

Para mayor claridad llamaremos R la sub-raza ‘‘running’’; S, la subraza ‘‘sire’’; RS, la sub-raza ‘‘running and sire’’ y finalmente O, el sub-grupo ‘‘outsider’’. Siguiendo el enunciado por Bruce Lowe, R representaría a todas las familias ‘‘running“, (1—2-——3_—4—5); S representaría a todas las familias “sire” (8—11—12——14) y RS, a la familia 3.

De manera que atendiendo a las funciones contempladas por el autor de la teoría después de nuestra proposición, las fuerzas hereditarias de todas las familias, fusionadas en cuatro sub-razas ascienden al rango de fuerzas ancestrales que determinan la existencia de sendos sub-grupos zootécnicos.

La síntesis de las familias con caracteres comunes en una sola sub-raza, es absolutamente necesaria al punto de vista zootécnico, puesto que hay un sólo carácter común a esas familias y no habría ninguna razón técnica para mantenerlas separadas por divisiones familiares a troncos unilaterales demasiado remotos. Por otra parte, el interés práctico está en simplificar los procedimientos de selección y las alianzas de sangres entre las distintas sub-razas. Los grupos, o más bien dicho, los sub-grupos raciales, quedan así perfectamente establecidos, según sus propios atavismos, y pueden ser sometidos sin dificultad a todos los procedimientos zootécnicos de experimentación

Las ventajas aportadas por esta modificación, serían las siguientes

1— Se aminora el error científico de pretender, después de Bruce Lowe, la existencia de familias unilaterales (con prescindencia del factor paternal), de raíz hereditaria demasiado remota para ser considerada como herencia familiar. Vimos oportunamente la enorme diferencia que existe entre los atavismos de familia y de raza.

2. — Se facilitan la investigación y las operaciones de elevage sobre una base manejable, como serían los cuatro atavismos imperantes en la raza principal: R, S, RS y O.

3. — Creados lo cuatro grupos, la zootecnia podría incorporar a sus estudios los sistemas de producción del Fina Sangre según los atavismos usados hoy por los criadores después de las indicaciones de Bruce Lowe. Como se sabe, estos sistemas de elevage no han podido ser tomados en cuenta por la absurda división en familias numeradas, pues, debemos observar que, en este orden de prácticas, la zootecnia acepta una constante hereditaria unilateral (herencia preponderante), en casos limitados a los individuos enrazadores, dotados de una extraordinaria potencia hereditaria individual, capaz de trasmitirse durante varias generaciones; pero en ningún caso acepta la perpetuación de los atributos del enrazador con anulación de una de las fuerzas hereditarias puestas en juego en las das corrientes generadoras. Eclipse, uno de los más notables enrazadores de la historia del Fina Sangre, dotado en grado excepcional de aquella potencia, transmitió su organismo extraordinario, y su capa alazana y su marcha obscura de la grupa, durante muchas descendencias; pero las otras fuerzas hereditarias tarde o temprano, hicieron sentir su influencia, y, poco a poco, la individualidad fenomenal del coloso fue diluyéndose y absorbiéndose por Ios totales hereditarios puestos en juego en la pareja sexual primero, en la familia después y, por último, en la raza misma. Y modernamente están los arquetipos de enrazadores sufriendo, como lo veremos, idéntico proceso de absorción dentro de la raza, incapaces por las fuerzas naturales ineludibles, de mantener indefinidamente la transmisión de sus atributos individuales más allá de un número reducido de generaciones.

4. —Si nuestros guarismos reemplazan en los pedigrees el sistema numérico, la interpretación hereditaria con referencia a los atavismos, se hace al primer golpe de vista y sin el menor esfuerzo mental.



No hay comentarios:

Seguidores